Grandes expectativas

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Le había gustado todo de él, desde su imperfecto lunar en la mejilla hasta el extraño poder de convicción que poseían sus brillantes ojos azules.

Todo lo tenía, absolutamente todo. No hubiera pedido nada más que poder mantener un instante durante una eternidad, retener un suspiro en la comisura de los labios. Un «ay…» siempre dispuesto a hacer su aparición y que bien tenía que ver con sus expectativas, la esperanza de un sueño cumplido, o el anhelo de que ese sueño durara para siempre.

Una lástima. Todo, en realidad, no fue nada. Sólo sobrevivió el suspiro que amenaza con perseguirle día y noche. Todo por su culpa, por tenerlo todo.