Última noche

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Las primeras luces del alba se filtraban por la claraboya del tejado.

Sólo se sentía una tibia caricia en la piel, rayos de sol que se desperezaban aún adormilados.

La tímida luna se despedía despacio y se borraba con sigilo tras las nubes de plata.

Era su último adiós, el que descansando entre almohadas, se evadía lentamente. Fue como esas copas de vino de la noche anterior, que se derramaron hasta la última gota. Las mismas que hace tiempo habían llenado de sueños, secretos y promesas no cumplidas.

Encrucijada

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No más cartas al destino, que no saben dónde van.

No más destinos inciertos ni falsa seguridad.

No más sentidos perdones, no más sonrisas postizas;

que a veces un “hola” empieza

cuando un “adiós” se termina. 

oficina

 

Tan serena como siempre, ajena al bullicio habitual de la oficina en hora punta. Estaba centrada en anotar en su agenda personal todas las reuniones de la semana, las llamadas telefónicas de vital importancia y la cita con el médico del viernes. Por alguna extraña coincidencia, siempre olvidaba acudir a las revisiones médicas.

No se percataba de que alguien, desde hacía mucho tiempo, observaba sus más discretos movimientos, desde el golpeteo del boli encima de la mesa cuando estaba nerviosa por un asunto sin resolver, hasta la forma en que pestañeaba cariñosamente al mirar la foto de su familia encima de la mesa.

Su admirador secreto, ese alguien que siempre está ahí pero que pasa desapercibido, camuflado entre los cubículos perfectos del piso de oficinas, nunca la había abandonado. Había sido un guardaespaldas en la sombra, un servicial muchacho que no pedía nada más que poder seguir admirándola desde su mesa de metacrilato llena de papeles sin clasificar.

Pero ella allí seguía, colgada del teléfono, sin saber que más de un suspiro se quedaba flotando en el aire, otra vez sin resolver. Sin saber que una respiración y unos ojos vacilantes se quedaban sin respuesta una vez más.

Polos opuestos

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Cuando una persona siente las emociones y las experiencias de los demás como algo propio sólo puede significar dos cosas:

Que esa persona es tan egoísta como para olvidar lo que sucede alrededor y basar todo en sus propias reflexiones, en sus propios sentimientos, en su único ombligo.

Que esa persona tiene un corazón tan grande que olvida sus problemas para intentar comprender los tuyos.